EL ERROR
No me gusta andar de noche. La noche se hizo para dormir. Pero hace tiempo que noté cómo se escurría entre mis dedos mi propio destino. Es encantadoramente trágico cómo podemos lograr imaginar las más inverosímiles historias y, a pesar de ello, la vida logra sorprendernos, zarandearnos hasta un camino oscuro y sólo iluminado por ella desde cielo. Huye luna, luna, luna- me dan ganas de gritarle, entre los sollozos acallados de quienes me acompañan. No seas cómplice de esto, tú no.
Los llantos aumentan, las súplicas, el silencio desesperanzador. Paramos. Tengo miedo, claro, pero tengo aún más desatino. Miro su lado y el nuestro y sólo veo hombres, personas, en ambos. Quiero decirles eso a mis compañeros de fila, que el más terrible de los sentimientos es el sentimiento de tener la esperanza perdida y que pronto se darán cuenta del error, de que en realidad somos todos iguales. Pero lo cierto es que no puedo, yo mismo la he ido perdiendo en cada paso.
Huye luna, luna, luna – es todo lo que pienso. No seas testigo de los sinsentido humanos. Sigue siendo mi musa, mantente conmigo, pura. Le recito un poema en mi mente, ahora es la única posibilidad, que la poesía nos salve de la vida.
Se escucha el reguero de disparos entre Víznar y Alfacar. La luna llora, se apaga.
La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
Autora: Ana Barroso