EN SU GRANADA
18 de agosto
Escribo idioteces en el alféizar de la ventana, son las tres de la tarde y ya no tengo absolutamente nada que hacer. Mis padres me han traído de vuelta al pueblo con la excusa de conocer mis raíces.
Estoy tan cansada de este sitio.
Me aburro y no hay conexión a internet, solo tengo papel y boli, y una radio de la época de Matusalén.
Ojalá haberme quedado en Madrid con mis amigas, algo de fiesta para disfrutar del verano. Además, mi amiga Ana visitará Nueva York con sus padres. Y yo en el pueblo. "Granada es preciosa" dice mi madre mientras trata de convencerme para jugar a algún juego de mesa. Ella sabe que odio este lugar, sin embargo, insiste en que conozca su historia y la de mis antepasados. Cansada me mira y alcanza un libro de la estantería de mi cuarto susurrando "creo recordar que esto le gustaba al abuelo". El libro es viejo, muy viejo. Su tapa es dura y puedo leer Diván del Tamarit escrito en letras doradas. Miro con cara de desafío a mi madre y asiento.
Salgo a pasear, camino y camino. Creo que he salido de Víznar. Cuando por fin me siento tranquila, me siento entre unos olivos. Y leo. Y leo durante horas. Y no dejo de leer. Y creo que me enamoro de esas palabras. Y acabo el libro. Miro hacia arriba, es de noche, la luna se sitúa justo encima de mí. Camino entre los olivos y me equivoco de camino a casa, pero no importa porque veo un arroyo por el que el agua corre viva, muy viva. Me agacho y la toco, está fría.
Llego a casa, y cuando mi madre se dispone a reñirme por el horar me mira y me ve sonreír.
-Dónde estabas?- pregunta algo preocupada. -Leyendo en los olivos de camino a Alfacar -respondo. Entonces sonríe conmigo. -¿Qué tal la obra?- señala el libro que tengo entre las manos. -Genial mamá, nunca me había gustado tanto un libro. Quiero saber del autor, es espléndido, su forma de escribir me encandela y la historia es tan original. No sé, necesito más obras suyas… ¿Sabes si todavía vive? Ojalá tenga un montón. De todas formas, pienso releer ésta.
Me mira, y su sonrisa cambia a un rostro algo apenado. No entiendo su cara, ¿acaso he dicho algo malo? ¡Le acabo de decir que me apasiona una obra! Toca mi hombro y me guía hacía el salón, donde hay una estantería enorme. Rebusca un poco y saca unos folios arrugados y amarillos. La miro extrañada, los acerco a mí y leo “De Antonio Machado a Lorca: El crimen fue en Granada”.
Autora: Silvia Agrafojo