top of page

SINIESTRO

El inspector jefe de la policía de Fuente Vaqueros, conocido como el Gallo, no tenía en especial estima a la nueva integrante del cuerpo. A pesar de su menudo cuerpo y su abundante melena morena que contrastaba con su rostro ovalado y sus ojos de un azul puro, aniñado e inocente; no estaba si quiera impresionada por el gran hombre de su lado que acaba de asignarle su primer caso.

Al llegar a la escena del crimen ya había unos coches patrulla que bloqueaban el acceso al callejón. A lo largo de esa calle había diversos bares, y La Barraca, un club de striptease de poca monta, el resto de los edificios estaban vacíos, así que o bien el pobre diablo había sido asaltado o había sido una ajuste de cuentas. Se cubrió la boca con la manga para evitar el hedor. Alguien había sido muy malo.

El forense descartó el asalto. A parte de un disparo en la cabeza que dejaba irreconocible al pobre tipo, le habían cortado la garganta y el dedo anular de la mano izquierda. Tal ensañamiento era propio de un crimen pasional. Su desconocida mujer era la principal sospechosa.


Un sentimiento de frustración la había ido carcomiendo a medida que pasaban las semanas y seguía sin pruebas. Su conciencia la instaba a querer hablar con su marido como hacía cuando tenía un caso difícil antes del divorcio y de su mudanza. Encontrar al culpable eliminaría de su sistema ese repentino anhelo que la invadía.


Percibió el ruido de un arma siendo amartillada. Apuntaba a la parte trasera de una cabeza. Algo la despertó, un alarido terrible que rompía el silencio del amanecer. Era ella. Estaba gritando con toda la fuerza de sus pulmones, cerró la boca con fuerza mientras los latidos de su corazón disminuían, y respiró profundamente. Su mente le jugaba malas pasadas, ella investigaba un asesinato, no lo había cometido. Salió de la cama y se dirigió a la ducha. Se estaba secando cuando su alianza cayó al suelo. Aún no podía quitársela. Era una mariposa que había pertenecido a la bisabuela de su marido, se rumoreaba que sobre ella pendía una maldición que convertía a quien la llevase en una despiadada asesina. Qué ironía que la llevase ella. Se colocó la alianza de nuevo, y sintió un inmenso calor y en un rinconcillo de su mente se encendió una alarma. Había soñado que ella había apretado el gatillo de su escena del crimen, solo que no había sido un sueño. Su marido no se había mudado. La mujer del espejo le devolvió la mirada, no tenía ninguna duda, era el maleficio de la mariposa.

Autora: Sonia Valle


Posts Recientes
bottom of page